miércoles, 22 de enero de 2014

MI PRIMER DÍA EN LA ESCUELA

       Cuando tenía yo 3 años, mi madre me mandó a la cama temprano, la noche del 21 de septiembre del año 2004. Yo ya sabía algo de eso, que una noche te acuestan rápido y...¡Bang!, al día siguiente te llevan a ese edificio de ladrillos rojos que hay calle arriba. Había pasado por delante cientos de veces. En una ocasión, me quedé mirando para la pancarta de la entrada intentando descifrarla. Pero como no sabía leer, no me enteré.
A fin de cuentas, que mi madre me desenganchó del sofá y me tumbó a la fuerza en mi cama.
            -Tú, calma-me dijo-. ¡Mañana te lo pasarás chupi!
Debí de empezar a llorar, a gritar y a patalear, pero al final me dormí. Y soñé que el edificio de ladrillos me tragaba. Qué mal rollo…
Cuando me desperté, mi madre me enfundó en mi mejor vestido; uno rojo de lana que picaba, y me metió mis Kickers a presión en los pies. Me metió en el baño y empezó a tirarme de los tirabuzones pelirrojos con un peine.
-Hay que ponerte guapa.
Mi cerebro estaba embotado, así que le respondí:
           -Agggggggggggg-o algo por el estilo.
         Yo sigo pensando que me peinó de más, porque al año, mis rizos se alisaron y dejaron en su logar mi lisito pelo rojo.
        Llegamos al colegio. Por lo menos, no era la única. Había niños corriendo de un lado para otro. Algunos estaban agarrados a las rodillas de sus padres, que les acariciaban el pelo y les susurraban. ¿Yo? Yo estaba flipada mirando los dibujos de las ventanas. Cuando mi madre se agachó para darme un beso, me solté de mi madre y me metí en la clase sin problemas.
         La mayoría de mis compañeros de clase se conocían de la guardería, así que me sentía rara. Nuestra profesora se llamaba Mercedes, un nombre que no sabía pronunciar muy bien. Era morena, con unos tirabuzones como los míos, pero más cortos. Tenía unos bonitos ojos azules y una sonrisa impecable. Nos fue sentando por orden de lista en mesas de 4. A cada uno nos dio una bolsa con un mandilón rojo dentro. Tenía bordado un cangurito y nuestro nombre.
      Después de unos 20 minutos colocándonoslos, nos mandó presentarnos. Yo era de las primeras y me tocó salir pronto. El mandilón me quedaba grande y los zapatos, pequeños. Así que (cómo no) me tropecé al ir hacia la pizarra y quedé como un tonta. Pero nadie e rió. Es más, me ayudaron mucho. Para que veáis lo que cambia la gente con el paso del tiempo.
       Al salir, me puse muy nerviosa, pero luego decidí hablar como siempre, y me salió muy natural. Ese día, también conocí a otros niños, como Alba o Elena. Sí, he dicho Alba. En mi clase éramos 3 Albas contándome a mí. Y, por si no fuera poco, uno tenía mi mismo apellido. Es decir, que éramos Alba García Sánchez y Alba García Vega. Ella se quedó con Alba a secas. Y a mí me llamaron Alba Vega. Y así me quedé: Alba Vega, Alba Vega… Pues oye, no suena tan mal.
        Después del recreo, los profes decidieron que fuésemos al baño solitos (¡qué gran paso, de ahí, a la presidencia!) Cuando llegó mi turno, me puse nerviosa. Y en vez de abrir la puerta del baño, abrí el de la despensa. Y en esa puerta estaban apoyadas unas fregonas. Ah, y el conserje. Y se cayeron las fregonas. Y el conserje. Y éste, bueno, acabó con la fregona del váter en la boca. Puaj. Me eché a llorar, pero no me castigaron. La profe me limpió los mocos y me dijo que me sentase mientras ella ayudaba al conserje con la fregona.
       Sí, unos grandes recuerdos de mi primer día escolar.

Alba García Vega.    1º ESO A



      Cuando tenía dos años, empecé a la guardería, que, desafortunadamente, también fue el día que murió mi abuela materna. Según me han contado mis padres, ese día me quedé en una esquina mirando la puerta de salida hasta que me recogió una amiga de mis padres porque ellos estaban en el tanatorio. Después de un tiempo, ya iba muy contento a la guardería. Mis profesoras eran Mónica, Eva y Almudena. Con ellas también estuve en los veranos cuando había vacaciones en el colegio y mis padres trabajaban. Yo a la guardería la llamaba “el colegio de los pequeños”.
     Con tres años empecé al colegio. Estaba muy contento porque quería ir al colegio donde iba mi hermana, pero cuando llegamos allí tuve que ir al otro edificio y me disgusté un poco. Cuando entré en mi clase, me puse más contento porque había muchos niños y la profesora era muy buena con nosotros. Se llama Inmaculada y lo único que recuerdo de ella, aunque en cursos superiores también la veía, era que fue el mejor curso de mi vida.
      Uno de los primeros días, llevaba unas medias con unos pompones. Cuando me senté en la silla, una cuerda del pompón se me quedó enganchada en un barrote. Yo no me moví de la silla hasta el recreo, que Inmaculada vio que no me ponía en la fila y fue a ver qué me pasaba. Me desenganchó de la silla y así pude salir al recreo; desde ese día nunca más quise llevar medias al colegio.
     He ido con mis compañeros desde tres años hasta sexto aunque se han ido dos niños porque se tuvieron que mudar. Mi mejor amigo en el recreo de tres años era Diego Otero, aunque en el recreo estábamos todos los de nuestra clase juntos.

Julio Rodilla Hernández    1º ESO A



De pequeño, fui a la guardería del ´´San Fernando``. Allí, nos enseñaron muchas cosas; a mí, a doblar calcetines, se que suena un poco raro: pero, cuando tu madre te diga que le ayudes a doblar ropa, puedes ser muy efectivo.
Otra cosa que recuerdo es cuando la maestra nos enseñó que, al toser y al bostezar, se tenía que poner la mano delante, como rasgo de educación.
También hacíamos muchos juegos, como por ejemplo dibujar camisetas, contar hasta 10 y, siempre, la profe nos daba muchos premios.
Aprendí mis primeras palabras de inglés, nos enseñaron a colocar la mesa, claro que a mí eso se me daba fatal porque, incluso hoy en día, casi no sé  cómo colocar ordenadamente un vaso.  También nos decían que era muy bueno comer mucha fruta para la salud.
     No recuerdo muy bien, pero solíamos jugar en un patio muy grande y algunos viernes la profesora nos mandaba llevar bañadores para jugar y patalear en una piscina que sacaban. 

Ramón Peón Fernández    1º ESO A



Cuando tenía  tres años dejé de ir a la guardería  para ir a la escuela. A mí no me importaba ir al colegio  ya que iba a estar en el mismo centro que mi hermana. El  colegio al que fui es el Colegio Público  Sabugo. Era un pequeño y acogedor,  ya que es muy familiar.


El primer día ya me hice amigo de todos mis compañeros  y nuestra profesora, Paquita, era muy amable. Las clases eran muy divertidas, porque solo dibujábamos y veíamos películas de vez en cuando. En los recreos, todos nos peleábamos por la cocinita o por meternos en una casita pequeña de plástico.


En clase éramos 24, pero al acabar infantil únicamente quedábamos 17 niños.  Y a mí eso me daba pena. Ahora echo de menos esos años.

Alfonso Menéndez Fernández    1º ESO D


     Mi primer día de colegio fue horroroso. Eran un montón de niños llorando y yo asustada y abrazando la pierna de mi padre, había tantas personas que me asustaba.
Cuando ya era hora de entrar a la guardería, no quería, me quería ir con mis padres, pero por muchas lloreras que hiciera, no me salí con la mía.  Entré a la clase y era enorme, llena de juguetes, mesas, un cuartito para pintar... Había muchos niños y yo era la apartada de la clase porque era muy tímida, pero a la vez sociable…,o eso me decían.
Después de un rato me junté con una niña y empezamos a hablar de tonterías. Cuando tocó el timbre para el recreo, cogimos un minitriciclo que había en la clase, íbamos por toda la guardería con él, hasta que nos caímos y nos dimos en toda la boca, y cuando nos vio un profesor, se asustó, porque estábamos sangrando, habíamos chocado contra una mesa. Nos llevaron al médico de  la guardería. 
Cuando salimos, ya había tocado el timbre, fuimos a la clase y empezamos a jugar con el pegamento, y no sabíamos lo que era… Entonces nos lo comimos. Y fuimos ella, el profesor y yo, y el pegamento en las manos y en la boca, otra vez a la enfermería.
Los profesores alucinaban con nosotras, porque solo sabíamos buscar líos, pero nos lo pasamos genial. Hasta que llegó un niño y nos empezó a tirar bolas de papel, y nosotras cogimos las tijeras, nos levantamos y le cortamos el pelo, y nos echaron la bronca. Pero bueno, eso no importa… Lo que importa es que nos lo pasamos superbién, y más cortándole el pelo a un chiquillo. Y aquí termino.

Yomira Puente Fonseca   1º ESO D