EL GIGANTE PETER Y LAS HABICHUELAS
En un lugar muy lejano, vivía un gigante llamado Peter. Su casa estaba en las nubes. Un malévolo muchacho, llamado Jack, vivía en una modesta casita en las afueras de un pueblo llamado Shakespeare, en honor a ese escritor.
Jack, al saber que la nube en la que vivía Peter pasaría por encima de su casita al cabo de una semana (después de muchas horas de calcular la dirección del viento), fabricó unas habichuelas con la ayuda de su madre Raquel que crecían y crecían tanto que si no se enganchaban con nada llegaban a crecer tanto como el doble del Empire State, que equivale a unos 890 metros.
El día anterior a que la nube pasara por encima de la casita, cuando ya se avistaba a lo lejos en el horizonte, plantaron las habichuelas al lado de la casa, pero un poco separadas de ella porque si la plantaban más cerca de la casita la rompería, dado que cuando creciese su tallo mediría unos 4 metros de diámetro.
Al día siguiente, nada más levantarse, Jack se asomó por la ventana de su habitación, contempló una planta “giganorme” (término inventado por mí) cuyo extremo se había enganchado a la nube de Peter. Se alegró mucho y fue corriendo por toda la casa para avisar a su madre. Entró en su habitación, levantó las persianas y exclamó:
- ¡Madre, despierta, la mata de habichuelas se ha enganchado en la nube de Peter!
- ¡Genial, hijo, venga, prepara unas cuerdas y unos sacos que están fuera, junto a los montones de paja! -dijo Raquel entusiasmada.
- Vale, madre, pero después de vestirme -dijo Jack.
Mientras tanto, en la nube de Peter la mujer de Peter, Carolina, se extrañó de que la nube estuviese parada. Decidió ir a avisar su marido y, al encontrarlo le preguntó:
- ¿Sabías que la nube está parada?
- Sí, cielo,tengo un plan para que los dos que viven en la casita que está debajo nuestra no nos roben.
- ¿Y cómo sabes que van a robarnos? -se asombró Carolina.
- Pues verás, voy a empezar por el principio:
Esta mañana, antes de que tú te despertases, decidí bajar a dar un paseo. Cogí la escalera y me disponía a colocarla para poder bajar cuando advertí que nos habíamos enganchado en una planta gigante. Dejé la escalera en la nube y bajé por la planta. Al pasar delante de la casa de los que nos quieren robar, les oí decir:
“-¡Madre, despierta, la mata de habichuelas se ha enganchado en la nube de Peter!
- ¡Genial, hijo, venga, prepara unas cuerdas y unos sacos que están fuera, junto a los montones de paja! -dijo Raquel entusiasmada.
- Vale, madre, pero después de vestirme -dijo Jack.”
Y deduje que querrían robarnos.
Entonces volví y comencé a preparar el plan. Lo primero que hice fue hacer un agujero en el fondo de los sacos. Ahora necesito que me ayudes. Cuando ellos decidan salir (que será dentro de poco), ye estaré escondido en el bosque que hay detrás de la casa, cuando lleven unos 6 metros de ascensión, yo saldré corriendo del bosque y les perseguiré pero tendré que fingir que no les puedo alcanzar. Aquí entras tú. Antes de que ellos lleguen arriba, tú te situarás cerca de la cuadra, para que te confundan con otra casa. Eso sí, no te estoy llamando gorda. Cuando distingas algo que se mueve a pocos metros de llegar arriba, vas acercándote a la planta. Ellos te verán y saldrán corriendo en otra dirección. Mientras tanto, yo ya habré llegado arriba y tú tendrás que colocarte al lado de la planta y yo iré a por ellos. ¿Alguna duda?
- No, buen plan, cariño.
- Pues venga, vamos a ello.
Y Peter bajó a colocarse en su sitio.
En tierra firme, Jack y Raquel, junto con cuerdas, los sacos (aunque no se dieron cuenta de que estaban agujereados) y dos picos de escalada, se estaban poniendo las botas de montaña viejas que tenían de cuando el padre de Jack aún vivía. Abrieron la puerta justo cuando Peter desaparecía entre los árboles. Carolina también se había colocado en su posición. Jack y Raquel no sospecharon nada y comenzaron a escalar.
Peter, que les estaba observando desde el bosque, salió tras ellos derribando siete árboles a su paso. Ellos, al oír semejante ruido, se asustaron y, como ya estaban subidos en la planta, siguieron subiendo por la planta. Cuando les quedaban cinco metros para llegar arriba, vieron una sombra moverse encima de ellos pero no le dieron importancia. Al llegar arriba, se dieron cuenta de que la nube era gas y no podían estar sobre la nube (los gigantes, al ser mágicos, algunos podían hacer hechizos para pesar menos, como era el caso de Peter y Carolina). Pero se dieron cuenta demasiado tarde, ya se estaban cayendo y no podían hacer nada. Al pasar rapidísimo al lado del gigante, este se sorprendió tanto que casi se cae del susto. Jack no se dio cuenta de que acababa de pasarle rozando un brazo a un gigante. Estaba pensando en dónde sería menos peligroso caer. Vio una montaña de paja y le dijo a su madre que podían caer en ella pero se dio cuenta de que no estaba en su trayectoria de caída. Por suerte se le ocurrió una idea, podían desabrocharse la chaqueta y planear hasta aterrizar en la montaña de paja. Se lo dijo a su madre y ella estuvo de acuerdo. Además, el viento les favorecía. Lo consiguieron y llegaron al suelo casi del todo sanos y salvos. Y digo esto porque lo que desde el cielo parecía un buen montón de paja, en realidad solo cubría 60 centímetros en la parte más elevada. Fueron al hospital y, en efecto, Raquel tenía dos costillas rotas y una lesión en la rodilla. Jack no tuvo tanta suerte, él tenía cuatro costillas rotas, el radio y el cúbito del brazo derecho fracturados y se iba a quedar parapléjico de por vida porque se rompió una vértebra que a su vez cortó el nervio que va a las piernas.
Peter y Carolina se quedaron en la nube y cortaron con un hacha la planta. A los tres años tuvieron un hijo al que llamaron Paul (y es que los embarazos de los gigantes duran treinta meses, que son unos dos años y medio, para los que no quieran calcularlo).
LUCA TUÑÓN VILLAR 1ºB
MAMÁ LOBA, SUS SIETE LOBITOS Y LA CABRA JOSEFA
Era una tranquila mañana en la casa de Mamá Loba y esta había salido a cazar. El hijo mayor de los siete lobitos, Pedro, se quedó al mando.
Estaba mirando por la ventana (mientras sus hermanos dormían) cuando creyó ver a alguien que se acercaba por el bosque. Esperó unos minutos, pero no pasó nada, así que pensó que se lo había imaginado, se sentó en el sofá frente al fuego y se quedó dormido. Poco después se despertó sobresaltado. Alguien picó a la puerta.
-¡Asoma la patita por debajo de la puerta!- exclamó Pedro.
-¡Soy Josefa, la cabra!¡Ábreme!- se oyó al otro lado de la puerta.
-Disculpa, pero no debo abrir a extraños, y a ti no te conozco -respondió Pedro.
-¡Por favor, déjame entrar!¡Me persigue un cazador! -gritó la cabra.
-Está bien, pasa -dijo Pedro, abriendo la puerta.
La cabra entró tan precipitadamente que se estampó contra la pared y abrió un boquete.
-¡Cuidado!- exclamó Pedro.
-¡Uy!¡Lo siento mucho!- se disculpó la cabra. Y se frotó el chichón que se había hecho en la cabeza.
-Tranquila, no pasa nada. Ya se arreglará - le dijo Pedro.
En ese momento, los seis hermanitos de Pedro entraron desfilando en el salón y se quedaron todos quietos mirando a la cabra Josefa.
-Hola, chicos, tenemos visita. Juan, trae un poco de hielo para la señora Josefa -dijo Pedro.
Uno de los lobitos fue hasta la cocina y metió unos cubitos de hielo en una bolsa. Le dio el hielo a la cabra y se sentó en el sofá junto a sus hermanos.
-Muchas gracias, no sé qué hubiera hecho si no me hubierais abierto la puerta.
-De nada. Humm…Bueno…Pues…Nuestra madre llegará en cualquier momento. ¡Ah!, y ponte cómoda, últimamente los cazadores merodean mucho por esta zona. No has elegido muy buen sitio para refugiarte. Pero mañana por la mañana probablemente ya se habrán ido. Puedes quedarte a dormir- le ofreció Pedro mientras sacaba de un armario unas mullidas y aparentemente confortables mantas de lana y las ponía junto al fuego.
-¡Oh, no, por favor!, ya he causado demasiadas molestias- replicó la cabra señalando el boquete de la pared.
-No es ninguna molestia. Y respecto a ese agujero, no es nada que no se pueda arreglar -dijo Pedro sonriendo.
-Muchísimas gracias, de verdad -agradeció la cabra.
El día siguiente amaneció despejado. Cuando Josefa se levantó, Pedro y Mamá Loba estaban preparando el desayuno. La cabra recogió las mantas sobre las que había dormido y se tomó la taza de té que le ofreció Pedro. Salió a fuera para asegurarse de que los cazadores se hubieran ido y, tras agradecer mil veces su hospitalidad a Mamá Loba y sus hijos, emprendió el camino de vuelta a su casa.
Desde entonces, Mamá Loba y sus lobitos se hicieron íntimos amigos de la cabra Josefa, y a menudo hacían excursiones al monte u organizaban picnics a la orilla del río.
Y ESTA ES LA HISTORIA DE MAMÁ LOBA, SUS SIETE LOBITOS Y LA CABRA JOSEFA.
AIDA RODRÍGUEZ 1ºB
LOS 7 ADINERADOS Y EL POBRE LOBO
Un día el padre lobo se fue de caza. Tenía 3 lobitos y era una familia muy pobre. La madre de los 7 cabritillos también fue a comprar. Era una familia rica.
El lobo llegó pidiendo a la mansión de los cabritillos. Picó a la puerta.
-¿Quién es?
-Un pobre lobo pidiendo dinero- respondió.
-Tus patas son sucias, mancharás la tapicería, las nuestras son blancas como la nieve.
El lobo volvió a su casa y se empolvó las patas. Volvió a la mansión de los cabritillos.
-¿Puedo pasar ahora?- suplicó.
-No, tu voz es ronca, dañarás nuestras delicadas orejas. ¡Vete!
El lobo se fue a su casa. Preparó una infusión que le aclararía la garganta. Volvió a la mansión.
Los cabritillos habián dicho a su madre que el lobo se los quería comer. Entre todos durmieron al lobo y lo tiraron al río. Los lobitos rescataron a su padre y pusieron una denuncia.
Le embargaron todo a la familia de cabritillos y se lo dieron a la familia de lobos.
ELISA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ 1ºC
ALICIA EN EL PAÍS DE LAS DESGRACIAS
Era una mañana fría, con una brisa espesa de aire gélido. Es invierno.
Alicia estaba leyendo una novela junto a su hermana mayor. Pasó un conejo vestido de negro, que llevaba a su vera un bonito reloj de bronce.
-¡Que llego tarde!- dijo gritando el conejo.
-¡Es un conejo parlanchín!- exclamó Alicia.
El conejo continuó su rumbo. Alicia lo persiguió y cayó por un pozo. Al llegar abajo, tomó un pastel que la hizo aumentar de tamaño. Lloró mucho y luego tomó un pastel que la hizo diminuta.
Se metió por una cerradura, concretamente el ojo. Luego, se introdujo en una botella de coca-cola y fue navegando en ella por un viejo río.
Llegó a un pequeño salón al aire libre en el que tomó una taza de té.
Más tarde fue a una casa diminuta, pues se echó a llorar y la inundó toda.
Después se encontró en un bosque a un gato que se camuflaba según el color del paisaje. Éste la llevó a un extraño reino de cartas. La reina de las cartas le ordenó a Alicia vida eterna si se quedaba en ese Reino. Alicia dijo que sí pero antes tenía que superar una prueba.
-Debes jugar una partida a las cartas- le dijo La Reina de Corazones.
-Pero no sé jugar – le contestó Alicia preocupada.
- Entonces… ¡¿CÓMO OSAS VENIR A MI REINO Y MOLESTARME?! – interrogó la reina exlamando.
- Perdone usted, en seguida me voy –le replica Alicia.
-Te daré vida eterna, pero en el calabozo -gritó la reina- ¡GUAR-DIAS…COGEDLAAAAAAAA!!!!!!
En ese momento, Alicia despertó.
-¡ES UN MILAGRO!- exclama feliz Alicia – ¡ESTOY AQUÍ!
-Deja de decir tonterías y vete a merendar- le dice la hermana mayor.
Y VIVIERON FELICES LAS DOS HERMANAS EN SU CASTILLO.
IRENE POSA MORO 1º A
Piensa y actúa, Cenicienta
A Cenicienta se le murieron los padres y comenzó a vivir con su madrastra y sus dos hermanastras. Era menospreciada, se sentía mal. Unos pajarillos entraron en su habitación para hacerle compañía. Ellos tejieron un vestido de viejas telas, se lo quería poner a todas horas, pero su madre no le dejaba.
Cenicienta oyó hablar de una gran gala. Al que iban a ir sus hermanastras, ya tenía preparado el vestido que le habían tejido sus amigos los pájaros. Estaba muy emocionada.
Llegó el día de la gala, ya estaba preparaba para montar en el carruaje y la madre la llamó desde lejos.
- ¡Eh! ¿A dónde vas tú tan decidida?
- A la gala de esta noche- contestó Cenicienta preocupada.
- ¿Quién te dio permiso para ir? ¡Ven inmediatamente a casa!
Cenicienta, triste, llegó a casa y su madrastra le prohibió acercarse por allí. Llorando en su habitación, se le ocurrió un plan para escapar de la casa. Ató una cuerda a la ventana y descendió por ella. Se le había roto todas las telas del vestido. Corrió y se dirigió hacia la gala. De camino se encontró una señora que aparentaba pobre y muy amble.
- ¿A dónde vas tan a prisa? – le preguntó la señora.
- ¡A la gala de esta noche! – le respondió enfurecida.
- Puedo ayudarte, ¡no se te ocurrirá ir con esas pintas! ¡Ven conmigo! ¡Súbete a esta calabaza!
- ¿Subirme a una calabaza? ¡No me tomes el pelo que llego tarde!
A sus ojos vio cómo la calabaza se hacía cada vez más grande y se iba pareciendo a una carroza.
- ¡Súbete! -le dijo.
- -Vale, ¡muchas gracias! – le contestó agradecida.
- Conduciré yo. –le sugirió la señora.
Iban de camino a la gala y el carruaje se desvió.
- Por aquí no es, ¿a dónde nos dirigimos?
- Es, confidencial, señorita.
- ¡Cómo que confidencial! ¿Qué pretendes?
- Al bosque…
- ¡No! ¡No!...
Esas fueron las últimas palabras de cenicienta antes de que el carruaje volcara y Cenicienta desapareciera para siempre. No confíes en todos, por muy buena persona que parezca, nunca sabes cómo es por dentro.
SANDRA GONZÁLEZ 1ºC
Los 3 constructores
Éramos 3 cerditos huyendo del lobo. Él nos quería
comer pero nosotros decidimos construir unas casas para protegernos de él.
Nosotros éramos un poquillo tontos así que uno de nosotros, Carlitos, dijo:
-
¡Podemos
contratar a alguien!
-
¿Y de dónde
sacamos el dinero? -le dijo mi hermana
Beatrice.
-
Pues lo robamos.
-
¿Estás loco? -le
contestó.
-
¿Y qué quieres
que hagamos? – respondió
-
Hacerla nosotros
mismos -dijo mi hermana desesperada.
Y eso hicimos, Carlitos la hizo de ramitas de árboles.
Aunque pusiese muchas, cuando acabó hubo una gran tormenta y no quedó nada de
ella. Beatrice la hizo de piedra, le quedó muy bien pero con la tormenta llegó
una gran riada y esta llegó a su fin. Yo la hice muy bonita, pero a la mitad de
esta me llegaron unos hombres muy extraños que me pidieron permisos y esas
cosas tan modernas. Entonces yo le engañé a uno y se la vendí. En ese momento
conseguí una gran casa en la que el lobo sopló y sopló y la casa no cayó. Sin
éxito alguno se retiró.
Al final
llegaron los cazadores y vendieron sus pieles. Yo hice una empresa de éxito y
mi hermana vivió feliz junto a su marido y mi hermano… bueno, él se cogió su
casa y se fue.
ÁLVARO SACRISTÁN DE FRUTOS 1ºB
Enselmen y Greta
Enselmen y Greta son unos hermanos que viven en una ciudad. Greta es una
chica gótica que odia las verduras y es muy borde. En cambio, Enselmen es un
chico al que le gusta mucho estudiar y siempre viste de pajarita. Un día
Enselmen le dijo a Greta:
-Greta, ¿qué te parece si vamos de excursión a ´´ La
casa de las verduras´´? -dijo Enselmen.
-Bueno, tronco, me mola ese plan - dijo Greta.
Entonces los dos hermanos se encaminaron hacia ´´La casa de las
verduras´´. Allí la puerta se cerró sola y Greta dijo:
-Jolín, tronco, esto da mazo miedo.
-Pues permíteme decirte que sé qué ha pasado, la bruja nos ha encerrado.
- Jajaja. Soy Rocío y con mis poderes de bruja os he encerrado en la casa
de las verduras.
-Pero Rocío, tú no eres malvada, eres de las más pacíficas del reino,
solamente que tú te obligas a ser malvada -dijo Enselmen.
-Tienes razón, os voy a liberar -dijo Rocío.
Y los tres fueron amigos y vivieron felices.
PABLO FERNÁNDEZ-PUENTE 1ºB
Hansel, Gretel y la Bruja
Siempre
dicen que yo soy la mala, todo el mundo lo cree, me pintan como la mala, me
echan la culpa a mí de todo… “La bruja esto”, “la bruja lo hizo”, “la bruja
aquello”…
Para colmo, una vez conocí a dos niños, eran hermanos, muy traviesos y
malvados, por su culpa, ahora tengo la cara con graves quemaduras y como soy
una bruja, los médicos no quieren atenderme, me tienen miedo.
Hacía un buen día, estaba soleado, no hacía mucho frío, pero tampoco
hacía calor. Escuché un ruido, fuera de mi casa hecha de dulces. Fui a echar un
vistazo, eran unos niños. Tendrían hambre, ya que querían comerse mi dulce
casa. Les invité a pasar.
Eran unos niños descarados y maleducados, ni siquiera me dijeron hola
o gracias.
-Bueno… ¿Qué hacéis por esta zona del bosque? Es peligrosa, hay muchos
osos y algunos lobos.- informé yo, amablemente.
-¿A ti qué te importa? -respondió muy borde la niña.
-Bueno, Gretel, relaja esos humos -dice el niño mirando a la niña, que
al parecer se llamaba Gretel.- Mira, em… ¿Cómo te llamas? Bueno, pues Bruja,
tienes una casa muy apetitosa y teníamos hambre. Esta casa se huele a
distancia, nos atrajo su olor -explica el niño-. Además, nos traen sin cuidado
los animales, nosotros somos más listos, y las piedras les hacen daño, ¿o no?
-De acuerdo -digo yo-. Creo que no nos hemos presentado, me llamo
Gabriela, ¿y ustedes?, ¿cómo se llaman?
-Yo soy Hansel, y esta es mi hermana Gretel -informa el niño.
-¡Oye, tú! ¡Que yo sé presentarme!- dice borde Gretel.
Después de un rato hablando, les ofrecí galletas y no me lo
agradecían. Pedían algo en concreto a veces, pero no por favor, más que pedir,
exigían.
-¿Dónde está el baño? ¡Tus malditos dulces me revolvieron la “tripa”! -exclama Hansel.
-Es la tercera puerta de la derecha, al acabar, baja la tapa y tira de
la cisterna, por favor, me gusta que
todo esté en orden -contesté.
-Ñañañañañañañaña…-dice con tono de burla.
Me quedé a solas con Gretel, la cual no cesó de comer.
-Tráeme un té, que tengo mucha sed -exige ella.
-Ahora vuelvo, aguarda un momento.
Estaba preparando el té cuando escuché un ruido estrepitoso
proveniente del salón. Corrí a ver de qué se trataba. Al llegar vi a Gretel en
el suelo sentada, quejándose junto a una estantería que se había caído.
-¡Te lamentarás de esto! ¡Maldita bruja de pacotilla! -exclama Gretel
enfadada.
Hansel seguía sin aparecer, se tomó su tiempo en el baño. A Gretel se
le antojaron unas galletas, y yo me acordé de que en el horno dejé haciéndose
unas. Fui a la cocina, quería ver si ya estaban. Y en efecto, estaban en su
punto.
Me puse las manoplas para no quemarme y abrí el horno. En ese momento,
oigo un leve ruido a mi espalda, giro la cabeza (yo seguía agachada) y veo a
Gretel detrás de mí, tenía una cara de rabia y una sombra que daba pavor, le
ocupaba los ojos y la frente. Acto seguido, me da una patada y me empuja,
metiéndome en el horno, todavía algo caliente. Antes de que yo pudiera
reaccionar, cerró la puerta del electrodoméstico y lo encendió, mientras decía
en alto.
-En un par de horas el pastel venenoso de bruja asquerosa estará
listo.
Al acabar la frase su rostro
fue invadido por una sonrisa malévola.
La niña desapareció de la cocina, escuché ruidos en mi casa y
murmullos, tardaron un rato en pasar de nuevo por la puerta de la cocina, pero
no se iban con las manos vacías. Cuando logré salir, los niños ya no estaban, y
tampoco mis fortunas, las guardaba en cofres para luego donárselas a una ONG.
Y luego dicen que yo soy la mala.
FIN
ALICIA SUÁREZ 1ºB